martes, 12 de abril de 2016

GINGER (+18)

Este relato fue publicado en otro blog hace casi 4 años. Lo he retocado un poco y quería tenerlo aquí. No lo he puesto antes por esa estúpida cosa llamada pudor. Contenido +18


Entré al club como cada jueves por la noche. El humo del ambiente tan cargado me hizo entrecerrar los ojos que ya empezaban a  picarme mientras se acostumbraban a la tenue luz del local.
Me senté en la barra. Pedí lo de siempre. Doble de vodka, Grey Goose por supuesto.
Seguí el patrón semanal: observé a las chicas, paseando la mirada una por una, buscándola a ella, Ginger.
Ginger, Ginger, Ginger, Ginger, Ginger, Ginger, Ginger, Ginger Ginger, Ginger, Ginger…su nombre retumbaba en mi cabeza sin cesar.
Ginger era una chica del barrio. Veintitantos. Decían por el barrio que no quiso estudiar y acabó de bailarina de barra americana, aunque creo que la vida tampoco la trató demasiado bien. Su madre era alcohólica y su hermano el camello del barrio. Años atrás yo mismo fui a su casa cientos de veces a pillar lo mío. Ginger siempre estaba en el mismo sitio, tirada en el sofá viendo no sé qué mierda de programa para adolescentes. A veces me miraba mientras yo esperaba a que su hermano me vendiera la coca. A veces me sonreía y puedo decir que ya entonces-y de esto hace unos años-tenía la sonrisa más sexy del mundo.
Ginger … peligrosa, pelirroja, labios de infarto, ojos verdes y un cuerpo voluptuoso que en mis sueños me volvía loco cada noche. Siempre soñaba lo mismo. Ella estaba sobre mí, desnuda, su pelo largo y rojo caía sobre mi cara todas y cada una de las veces que la asía más a mi.
Sólo era un sueño porque en el club no podía tocarla. Sólo mirar decían los carteles.
Yo, a punto de cumplir los cuarenta, alcohólico y ahora ex cocainómano. Mucho tiempo sin tener sexo de verdad. ¡Joder, la gran mayoría de las noches acababa demasiado borracho como para intentar meterla en ningún sitio! Y eso era un problema porque me moría de ganas de estar dentro de ella.
Ese día había bebido menos de lo habitual, tenía que llegar lo suficientemente sobrio a la hora de cierre del club porque esos sueños me estaban volviendo loco. Lo habitual era que me quedara noqueado mientras Ginger bailaba. Ya no podía esperar más. Debía ser esa noche, tenía que aguantar sin desmayarme para descubrir lo que se sentía de verdad al tener su pelo rozando mi cara y mi polla dentro de ella.
Pedí otro vodka, me mojé los labios para poder sentir de nuevo el escozor del alcohol recorriendo mis venas y avancé hasta la tarima roja sobre la que se movía Ginger, tan sensual, tan eróticamente salvaje…sí iba a volverme loco del todo con el movimiento de sus caderas.
Me quedé plantado frente a ella como una estatua, esperando para obtener toda su atención. Me miró. Nos miramos. Y ella me dedicó una sonrisa muy perversa mientras se deslizaba insinuante por la barra americana. Se me puso dura instantáneamente. Para compensar me mordí el labio tan fuerte que me hice sangre y ella abrió sus ojos sorprendida. Le tendí la mano para ayudarla a bajar del escenario, ella se agarró aunque al bajar acabó con su boca en mi cuello y eso no me ayudaba mucho. Ese pequeño roce me ponía más cachondo todavía.
Ella ya sabía lo que había. Un privado.
Cabinas cerradas con cortinas. En el interior sillones blancos de diseño, una mesita de metacrilato transparente y la cámara de seguridad, para controlar.
Entré primero, dejé el Grey Goose  y dos billetes de cincuenta sobre la mesa. Me acomodé en el sillón.
-¿Qué clase de baile quieres?-me preguntó Ginger.
-Haz lo que quieras. Échale imaginación-le contesté yo.
-Como quieras. Ya conoces las reglas. Sólo mirar, nada de tocar. Sólo yo te puedo tocar si quiero. ¿Queda claro?
            Asentí moviendo la cabeza de arriba a abajo y alzando las manos.
            Ginger comenzó a bailar moviendo sus caderas de un lado a otro, bajando poco a poco y volviendo a subir. Yo no le quitaba ojo, no podía apartar mi mirada de ella.
-Hoy estás distinto, parece que no te vas a quedar dormido-me dijo sin parar de contonearse, acercándose a mi poco a poco, fijando sus ojos verdes en mi.
-No. Hoy pienso estar despierto toda la noche.
Ginger se pasó las manos por los pechos sin parar de mover las caderas como un demonio y un calor procedente del mismo averno se apoderó de mi cuerpo, de mi mente y de mi polla que crecía cada vez más.
 Ella seguía bailando para mí.
Yo luchaba por no tocarla, ya no sabía que hacer con mis manos, unas manos que se rebelaban por tocar cada centímetro de su piel. Su culo ya estaba casi rozando mi cara y yo me relamía el labio inferior que todavía sabía a hierro, pero lo que de verdad estaba deseando era retirar esa minúscula braguita que nos separaba y descubrir el sabor que se escondía entre sus piernas…dulce condena.
No podía. Sólo mirar decía el cartel. Querer y no poder.
Ginger se sentó a horcajadas  sobre mí, puso las manos sobre mi pecho para sujetarse mientras arqueaba la espalda echándose hacia atrás. Al subir su sexo quedó pegado al mío. Yo noté su calor y ella pareció sorprenderse al notar mi erección. Sus ojos se agrandaron y una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios. Maldita sonrisa.
 Se restregó tanto contra mi que creí que iba explotar. Mis manos que estaban estiradas a lo largo del cabecero se agarraban con fuerza al relleno del sillón. Yo sólo quería tocarla, acariciarla, besarla y lamer cada rincón de su cuerpo.
Ginger se incorporó, separándose de mí.
-El baile ha terminado-dijo ella
Me levanté, me bebí de un trago el Grey Goose y me dispuse a salir.
-Ginger- dije
-¿Sí?
-Te espero fuera
No contestó, pero sus ojos ardieron de deseo.
Tenía que ser esta noche.
La esperé un rato fuera, apoyado en el coche. Saqué un Marlboro y lo encendí. El resplandor del encendedor iluminó mi cara. La vi salir. Me miró, dijo algo a las chicas que la acompañaban y comenzó a andar hacía a mí. Era como una diosa bajando del Olimpo. El pelo alborotado por la brisa nocturna, los pechos sobresaliendo por su escote, sus piernas me parecían cada vez más largas y su falda muy corta.
-¿Qué quieres?-me preguntó
La miré y me reí. Ya nadie nos oía. Sólo estábamos ella y yo. Su coche y el mío.
-No te rías y dime qué quieres- volvió a decir un poco enfadada.
Paré de reír. Me puse serio y la miré, frente a frente. Este era mi momento y no podía andarme por las ramas ni aplazarlo un segundo más.
-Lo que quiero es meterme dentro de ti toda noche, follarte de todas las formas posibles hasta que no puedas más y me supliques que pare y que grites, que grites mucho cuando me corra dentro de ti-suspiré un segundo y la agarré por los hombros-porque estoy obsesionado, sueño todas las noches contigo y no puedo sacarte de mi jodida cabeza y …
Y Ginger tapó mi boca con sus labios. Nos besamos larga y profundamente. Reconociéndonos, ardiendo. Mordió mi labio que volvió a sangrar y lo relamió. Ese gesto me volvió loco. Agarré su culo, pegándola más a mi erección, metí la mano por debajo de su falda para acariciar y tocar todo lo que mis dedos abarcaran ¡sorpresa!
-No llevo bragas-dijo riendo
-Mucho mejor, entremos en el coche.
            Nos colocamos en la parte trasera y Ginger que no paraba de besarme me desabrochó los pantalones y me ayudó a deshacerme de ellos, sin darme tiempo se abalanzó sobre mí, parece que tenía prisa. Me obligó a quedarme sentado con el culo sobre mis talones, cuando quise darme cuenta sus labios y su lengua ya estaban jugando con mi glande, jadee, casi grité porque una chica de su edad no debería saber hacer tan bien esas cosas. ¡Oh joder! Agarré su pelo y mantuve el ritmo hasta que supe que no iba a aguantar mucho más.
            -Espera, espera. Ahora me toca mi.
-Vale, pero enciende la radio- me pidió Ginger
-No. Aquí no tienes que bailar para nadie-respondí
-Te equivocas, esta noche voy bailar sólo para ti-contestó ella.
No me hizo caso y la encendió. Era una chica rebelde.
Sonaba You don´t own me, una versión, The Blow Monkeys. ¡Putas versions! La canción se equivocaba porque esta noche sí me pertenecía, era sólo para mí.
Ginger se había quedado dándome la espalda, aproveché su postura, le acaricié las piernas, separándoselas, le subí la falda hasta la cintura, le pasé la mano por su precioso sexo húmedo que ya estaba listo para recibirme; pero primero quería darle lo que ella me había dado mí. Pasé la mano por delante de su pierna y con el dedo corazón comencé a acariciar su hinchado clítoris mientras lamía lentamente sus labios. Ella gemía y presionaba su cuerpo contra mi boca. Mi lengua quería darle más placer y empezó a conjugar los lametones con las penetraciones. Ginger no aguantó más, gritó y se corrió en mi cara y con mi lengua dentro de ella. Me encantó oírla gritar de placer.
Después de unos segundos para recuperarnos Ginger agarró mi polla con decisión y en esa misma postura se la colocó en su entrada, se deslizó hasta que no pudo entrar más, yo suspiraba pero ella no me dio tregua y comenzó a subir y bajar ayudándose de los reposa cabezas delanteros a un ritmo de vértigo, me iba a correr y ella también, otra vez, podía notar las contracciones apretándome cada vez más. Haciéndome sentir un placer infinito. Llegó el momento, me agarré a sus caderas e incrementé el ritmo, entrando una y otra vez, y una más hasta que Ginger gritó, gritó mi nombre y yo grité también mientras vertía todo mi ser dentro de ella.
Ginger se puso  a horcajadas sobre mí, me besó el cuello y en la boca. Susurró algo en mi oído y se echó a un lado.
Era el fin.
Después de vestirnos, salimos del coche a tomar el aire y a fumar. Nos mirábamos y sonreíamos como dos tontos.
            -Me marcho-dijo ella
-Nos vemos- le dije a Ginger al despedirme
Ginger me miró directamente a los ojos. No me contestó; pero me besó lenta y dulcemente. Me dijo adiós levantando la mano. Se subió a su coche y no miró atrás. Ni siquiera pude ver su mirada en el retrovisor.
Volví al club la noche siguiente con la esperanza de volver a verla. Repetí mi patrón: observé a las chicas, paseando la mirada una por una, buscándola a ella, Ginger; pero Ginger ya no estaba, me dijeron que se había largado. En este momento sólo estábamos Grey Goose y yo, como siempre era el único que no me fallaba.
Por eso no quería música en el coche la noche anterior. Cada maldita vez que escuchara esa canción la tendría sobre mí. Ahora me daba cuenta de que el equivocado era yo y no los jodidos The Blow Monkeys. You don't own me, Don't try to change me in any way. You don't own me, Don't tie me down 'cause I'd never stay.
Siempre la recordaría sobre mí, con su pelo sobre mi cara, susurrando mi nombre como si nunca más hubiera querido  nombrar a otro y diciéndome que había deseado hacer esto desde que me sonrió, años atrás, en aquel sofá…                                 


Originalmente se puede leer aquí: http://cuentosconmorbo.blogspot.com.es/2012/05/ginger-de-tinajararnrs.html?zx=83b8c4056cdc9ce0

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