martes, 20 de noviembre de 2018

UN HOMBRE BAJO LA LLUVIA


Lo cierto es que, por repentino e inesperado, no había visualizado antes este momento, aunque estoy seguro que lo hubiera imaginado de otra manera. No sé, quizá frente a un bonito atardecer en un acantilado a lomos de una potente moto observando con la mirada perdida como rompen las olas contra las rocas mientras las pocas lágrimas que me he permitido caen bajo mis gafas de sol último modelo; o mejor aún, en un solitario mirador contemplando con cara interesante (o sea, ceño fruncido y cara de dolor de estómago crónico) como las luces que adornan la gran ciudad iluminan el cielo estrellado en tanto apuro un cigarrillo apoyado sobre el capó de un descapotable negro junto a una botella vacía de Jack Daniels.

Pero no, no hay ninguna puesta de sol, las farolas del barrio comienzan a encenderse quejumbrosamente y no hay ningún vehículo bajo mi culo. Ni siquiera puedo fumar, la puta lluvia me ha calado hasta lo más hondo del alma, lo cual incluye lo que hace unas horas fue un paquete de Fortuna en el bolsillo de mi pantalón. Comienzo a tener frío, aunque ya estaba tiritando antes de que el agua impregnara todo de húmeda tristeza.

Creo que ya está bien, debería volver a casa, aunque es el último sitio del mundo en el que me gustaría estar. No sé porque trato de encoger el cuello, no hay parte de mi cuerpo que no esté ya empapada. Separo la espalda del cristal de seguridad, me levanto y comienzo a andar. Doy tres pasos y noto que apenas puedo moverme, la ropa mojada pegada al cuerpo me pesa demasiado y los músculos entumecidos hacen que ande como un completo imbécil. Mientras caigo en la cuenta de que llevo aquí más tiempo del que pensaba, me es imposible evitar mirar atrás, al escaparate de la joyería de donde me compró aquel reloj verde y dorado hace poco más de un año.

Fue su último regalo. En la primera evaluación me quedaron 6, en la segunda 5 y en la tercera milagrosamente 1, Lengua, que aprobé pocas semanas después en la recuperación de Junio. Es curioso, sobre todo en este momento, que me sorprenda esta coyuntura, pero lo cierto es que yo siempre fui de letras.
Joder, qué alegría se llevó, vi orgullo -del bueno- en sus ojos cuando se lo dije. Se levantó de la mesa, dejó la comida a medias y me besó. Ella era la única capaz de conseguir que, por momentos, dejara de sentirme un fracasado.

Va a ser verdad eso que siempre me decía, que no era un perdedor, que podía conseguir todo aquello que me propusiera. Llevaba razón. Siempre. Aunque me temo que esta vez por mucho que me lo proponga, y a pesar de tener aun tiempo para coger el tren hacia ese lugar indeterminado que muchos llaman felicidad, nunca volverá a pasar uno en los años que me quedan en el que Ella ocupe un asiento. Nunca antes en mis 17 años había experimentado una angustia y desconsuelo tan profundo, tan cruel. Me cuesta asumir que sin Ella ya nunca será lo mismo. Solo de pensarlo siento como casi se me rompe el corazón.

Durante el trayecto, la fría lluvia no cesa mientras observo a través de las ramas desnudas de los árboles en Noviembre como se va escondiendo el sol y me es inevitable pensar en el entierro. En mi cabeza lo veo desde arriba, en perspectiva. Me sorprende cuan distorsionado y hasta surrealista aparece en mi cabeza, no puedo ver las caras de nadie pero reconozco a todos los que están allí, incluso puedo verme a mí mismo. Han pasado sólo dos días y ya se me hace muy lejano. Dios, es como un jodido sueño, conforme pasa el tiempo las imágenes se van difuminado. Tengo miedo de que se me olvide su cara, que no la recuerde con la nitidez que lo hago ahora.

Cerca del portal los nervios comienzan a aflorar. Por las ventanas veo las luces encendidas, pero no hay nadie en casa. A partir de ahora lo único que tengo es tiempo para recordar, ¿para qué sirve esperar entre estas paredes, si no es para evocarte?

Al agarrar las llaves para abrir la puerta que me lleva directamente a esta nueva situación comienzo a sentir miedo, un vértigo infinito hasta ahora desconocido, y es entonces cuando comienzo a ser consciente de que me siento culpable por no haber pasado más tiempo contigo, de que me es imposible no dejar de sentir enojo hacia ti por abandonarme tan pronto, de que ahora es tiempo de caminar solo, de que tan sólo soy un niño hombre bajo la lluvia.

LETRA




Una colaboración de JakeSnake, autor de Musicae Memorandum y Power Ballads

1 comentario:

  1. Ya sabes cómo son los cruces de caminos, en uno de esos nos hemos encontrado. Te doy las gracias infinitas por la ayuda y buen hacer que he recibido siempre de tu parte, por escribir este gran sentido relato, por ese punto que tiene rebelde, con sabor a barrio, al tuyo, al mío o al del chaval que mira el río Hudson en Nueva York.
    Espero que sigan existiendo esos cruces de caminos en los que sigamos encontrándonos, nosotros, las letras y la música.
    Un beso enorme y un abrazo!

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