Llevabas un tiempo observando
aquella fotografía cuando lanzaste la pregunta.
—¿Quién es? –me preguntaste-.
—Es mi madre. ¿Es hermosa, verdad?
—Sí, sí que lo es, muy hermosa. ¿Y
quién es el hombre que está a su lado?
—Ese es mi padre.
—Se les ven muy felices –dijiste
muy sonriente-.
—Lo eran. Eran la pareja más
bonita y compenetrada que he conocido nunca… Ahí todavía eran novios, yo ni
siquiera había nacido, pero me gusta mucho esa fotografía.
Entonces se hizo un breve silencio. Julio volvió a dirigir sus ojos a
aquella vieja fotografía que tenía colocada en la mesita del salón.
—¿Y tú madre? –me volvió a
preguntar-.
—Mi madre murió hace 12 años de
cáncer. Tenía un tumor en la cabeza, cuando se lo detectaron ya era demasiado tarde. El
tumor estaba muy extendido y no pudieron operarla.
Inclinaste la cabeza un segundo y cuando la levantaste, la sonrisa que
portabas hacía menos de diez minutos había desaparecido.
—Lo siento, lo siento mucho Sofía.
No quería ponerte triste –me dijiste preocupado, porque viste que de mis ojos
empezaron a brotar las primeras lágrimas.
—¡Oh, Julio, no te preocupes!
Estoy perfectamente, te lo prometo.
En ese instante alargaste tu mano hacia mi rostro y me secaste con tus
dedos las lágrimas que acaba de derramar.
Hacía un día soleado maravilloso,
así que cuando terminamos de desayunar te propuse salir un rato al jardín. Tú
aceptaste sin pensarlo ni hacerte de rogar. Nada más cruzar la puerta, nos llegó
una ligera brisa que traía consigo un dulce olor a lavanda.
Nos sentamos en un banquito, yo
con mi libro de Fante y tú con tus crucigramas. Mientras leía, te levantaste y
fuiste directamente a donde estaban las plantas de lavanda. Las acariciaste y
las oliste. Luego te quedaste allí
plantado frente a las lavandas, y yo seguí leyendo hasta que algo me hizo
levantar la vista del papel. Ese algo, eras tú, estabas llorando, en apenas un
instante habías empezado a llorar desconsoladamente. Fui corriendo a ver qué te
sucedía.
—Las lavadas, las lavandas
–dijiste entre sollozos-.
—¿Qué pasan con las lavandas,
cariño?
—Las lavandas eran de mi mujer.
Al escuchar aquello no pude
evitarlo, y un río de lágrimas empezó a correrme cara abajo. Te abracé, nos
abrazamos. Y mientras lo hacíamos me susurraste al oído un “te quiero mucho,
hija mía” que aún hoy me pone la piel de gallina. Era la primera en vez en años
que habías recordado algo de tu pasado, desde que el doctor me dijo que tenías alzheimer.
Una colaboración de @subversiva__
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Quería agradecerle a Tina que haya pensado en mí para publicar en su pequeño rinconcito Tina's Heart Shaped Box y compartir con todos vosotros este escrito. También quiero felicitarla por el tiempo que lleva dedicado a este blog ¡7 añitos!, que se dice pronto, pero los tenemos algún blog sabemos que no es fácil mantenerlo activo y ser constantes, así que muchísimas felicidades. Para mí, tu blog y tú misma, sois sinónimo de buena música y en concreto, de mucho rock.
Muchísimas gracias por participar en el 7º Aniversario del blog, María. Está siendo una experiencia muy bonita por lo que os estoy absolutamente agradecida.
ResponderEliminarTu relato es una maravilla, conmovedor, enternecedor y además cuentas algo con lo que no es difícil, por desgracia, sentirse identificados de alguna manera.
¡Gracias, un abrazo!
Gracias a ti, Tina. Me alegra que te haya gustado.
Eliminar¡Abrazo!