Ya había pasado casi un
año desde que Pablo y yo nos vimos por última vez, no es que estuviera
obsesionada ni nada. En concreto: diez meses y veintiún días. Había pensado
mucho en él durante este tiempo, de hecho no había vuelto a estar con nadie
más. Y no tenía ni la más remota idea de que volvería a encontrarme con él.
David sí lo sabía, pero me lo ocultó hasta el último momento.
Un viernes como otro
cualquiera volví a salir con mis compañeros de trabajo, hicimos el mismo
recorrido de siempre unas cañas en Castell donde recogimos a Héctor y luego al
Crew. Ese viernes era más tarde que otras veces y el local ya tenía mucho
ambiente.
Acabábamos de entrar y David se acercó a
mí, me paró para que no siguiéramos avanzando
-
¿Qué pasa?- le pregunté a David
-
Verás, es que…
-¿Qué?- le apremié
-
Te he ocultado una cosilla-me respondió David
finalmente.
-¿Qué pasa, qué cosilla es esa?-le volví a
preguntar sin ganas.
Hubo un silencio. David
me miró, no sabía cómo decírmelo. Ahora sí que me estaba intrigando. -
Pablo está aquí-respondió finalmente
-No es verdad, esto es una broma de mal gusto-le
dije yo
-
Que no es broma ¡joder!, seguro que está en la
barra. Me llamó para quedar ayer. Bueno… en realidad quería saber cómo estabas
y verte, así que le dije que estaríamos aquí como cada viernes.
-¿Y cómo le dijiste que estaba?
-
Le mentí-dijo David
-
¿Dijiste que estaba mal?
-No. Le dije que estabas genial.
-
Ah. bien-solté yo mientras le miraba sorprendida
-
¿Te crees que no sabemos que no estás bien?-me
preguntó David.
-
Pero si yo estoy bien, no sé de lo que me
hablas.
- Por favor Sonia, no me trates como a un
gilipollas que no te conoce. Hace dos años que no te reconozco, no eres ni la
sombra de la chica divertida que yo conocí. Está claro que te dejó bien jodida.
Bajé la mirada, ya no me quedaba nada que ocultar, sólo ganas de gritar.
David me había pillado.
Lo que me acababa de decir era la pura verdad. Hacía mucho que el Sol no
brillaba para mí. Desde que dejé de mirar sus ojos todo perdió sentido. Durante
este tiempo me había dedicado a fingir, sobre todo con la gente menos cercana y
a veces con los más íntimos también. No
había pasado ni un día en que no pensara en él, ni tampoco sin que me
arrepintiera de la noche que me encontré con Javi y lo jodí todo, cuando
levanté esa pared entre nosotros, tan difícil ahora de derrumbar. Aunque
siempre me digo, para quitarme culpa que yo creía que él no iba a volver, lo daba
todo por perdido.
Pero esto es ahora, el
presente. No sabía qué iba a decirle y lo peor de todo, tampoco sabía qué me
iba a decir él.
Avancé hasta la barra
del bar detrás de David.
El mismo lugar, la misma
barra donde nos conocimos casi tres años atrás. Me parecía que había sido ayer
cuando me acerqué a él por primera vez porque estaba tan nerviosa como en
aquella ocasión o más.
Le vi de refilón mientras me escondía detrás
de David, volver a verle, esa escena que había imaginado tantas veces en mi
cabeza.
- -
Hola-saludé a Pablo
Se había cortado el
pelo. Lo seguía teniendo largo pero bastante más corto que como solía llevarlo,
aunque seguía estando igual de guapo que antes o quizás más aún.
-
Hola-me saludó Pablo mirándome a los ojos como
solo él sabía mirarme.
-Hola-le respondí.
- Mira… yo… lo siento, siento la forma en que me
marché, las cosas que te dije…
Ya no fui capaz de contestarle más,
solamente le miraba porque no creía que volvería a verle otra vez.
Como no le contestaba Pablo añadió:
-Haré lo que sea para que me perdones nena. No
importa lo que sea. Además… siempre puedo hacerme cantante de Rock N´Roll.
No dije nada más.
Nos reímos al unísono.
- Nena, you
are like a hurricane.
Nos quedamos mirando el
uno al otro, como si estuviésemos completamente solos, en una burbuja de la que
nadie podía sacarnos, en la que nadie podía ser capaz de entrar. Nos besamos, larga y profundamente, como si nos besáramos por primera vez, como si quisieras que esos fueran los labios que te besaran hasta en el último aliento. La misma sensación otra vez: la llave que encaja perfectamente en su cerradura.
Empezamos a sonreír,
seguía volviéndome loca esa sonrisa suya.
Acabamos riéndonos. Nos conocíamos muy bien, teníamos esa clase de
complicidad tan difícil de conseguir, no se construye, no la puedes buscar porque la tienes o no la tienes. Y nosotros
siempre la tuvimos.
No sabía exactamente lo
que iba a pasar con nosotros, pero lo
que sí sabía es que donde hubo fuego siempre queda el rescoldo y a ese rescoldo era al que pensaba agarrarme, aunque quemara, aunque doliera, costase lo
que costase.
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