jueves, 3 de enero de 2013

RECUERDO ENTRE CUATRO PAREDES


Me quedaban sólo unos días para salir del encierro. Lo que debían de haber sido tres meses se convirtieron en un año. En todo este tiempo no paré de pensar en ella. Ni un solo instante, ni un solo momento. Pensé que cuando dejara de visualizarla en mi mente, me olvidaría de ella. Pero no pude, porque nunca dejé de pensar en sus ojos, en su boca, en su risa y en su  cuerpo desnudo, tendido junto al mío. Aunque si bien es cierto que con el paso del tiempo empecé a recordar más el conjunto y no las partes. Sonia era la razón principal por la que aguantaba allí, ella la razón por la que decidí que tenía que terminar con todo mi pasado si quería estar con ella de verdad.
Había pasado por tanto hasta llegar a este punto, a este momento. Ya no recordaba  cuántas noches me había tirado sin dormir, sudando, tiritando y vomitando hasta perder el conocimiento y al despertar al día siguiente, levantarme de nuevo y pensar en Sonia diciéndome que me quería, que me esperaría  y que confiaba en mí. Pensar en todo lo que tuvimos, lo que perdimos, lo que cambiamos. Esa imagen en mi cabeza era lo único que me impulsaba a seguir en esas cuatro paredes de mierda.
Una vez que entré, me dejaron bien claro que no podría tener ningún contacto con el exterior y creí que como en las otras dos ocasiones,  sería fácil estar allí, al fin y al cabo, tres meses se pasaban volando. Una vez pasó el tiempo estipulado inicialmente, me dijeron que lo mejor sería que permaneciera allí más tiempo, porque estaba claro que en las anteriores veces, tres meses no había sido suficiente.
Reproduje en mi mente tantas veces cómo sería volver a verla. Encontrarse. Sentirse, tocarse, acariciarse. Escuchar su voz. Sentir el calor de estar dentro de ella, piel contra piel y poder tocar de nuevo el cielo juntos como lo habíamos hecho tantas otras veces.
No sabía muy bien cómo contactar con Sonia después de este tiempo. Sabía lo que le prometí y finalmente no cumplí. Le prometí que sólo estaríamos separados tres meses y que trascurridos estos volvería a Madrid para estar con ella, llegamos incluso a hablar de irnos a vivir juntos a mi vuelta, aunque nunca concretamos nada. Tras varios días pensándolo, decidí que le mandaría una carta, probablemente con una canción que para mí significaba mucho y esperaba que para ella también, aunque le costara traducirla. Ese pensamiento logró arrancarme una sonrisa y eso era algo que hacía tiempo que no me permitía. Y así creía que Sonia se pondría en contacto conmigo, que contestaría a mi  carta, que me llamaría… no sé… algo; pero no fue así, tuve que ser yo, como casi siempre, quien tuvo que mover pieza.