lunes, 2 de diciembre de 2013

VIVE DEPRISA, MUERE JOVEN



La fiesta de promoción estaba llegando a su fin. Al día siguiente era viernes y todavía me quedaba un día más para que terminara esta intensa semana de trabajo. La semana estaba siendo una auténtica mierda, había trabajado ya cincuenta horas y todavía me quedaba otro día. No podía más.
Pablo estaba en Houston trabajando y llevaba diez días sin verle, le echaba de menos.
Decidí irme ahora que parecía que nadie se fijaba en mí. Le envié un mensaje a Felipe para que supiera que me iba ya y así no tener que acercarme a nadie para despedirme y que mi estancia se alargara otra media hora más por lo menos.
Salí a coger un taxi, pero no veía ninguno. Sonó mi móvil. Era Pablo. Me parecía raro porque se suponía que hasta mañana por la noche no volvía. Contesté.
-Hola
-Hola- me contestó, pero no era Pablo.
-¿Quién eres?- pregunté
-Soy Javi. Tengo aquí un pequeño problema.
-¿Qué coño pasa? Y ¿por qué me llamas con el móvil de Pablo?
-Mira guapa, no me puedo enrollar contigo sobre por qué si o por qué no. Tienes que venirte a mi casa. Tu novio está aquí y pregunta por ti. Ya sabes donde vivo. Hasta ahora.
Y colgó.
¡Joder! ¡Mierda! Si me llama Javi es que Pablo no está bien, nunca antes me había llamado. Empecé a sentir miedo, ese miedo que sientes cuando sabes que algo no va bien. Sentía cómo se me iba acelerando el corazón y me empezaba a imaginar cosas muy feas.
Vi un taxi y lo paré alzando la mano. ¡Menos mal!
-Buenas noches.
-Buenas noches ¿dónde la llevo?- me contesta el taxista.
-Un momento- Busqué en mi móvil el mensaje que me mandó Pablo meses atrás con la dirección de la casa de Javi- Ya la tengo- se la digo y nos ponemos en marcha.
Parece que no va muy rápido, ¡que se de prisa coño!
-Perdone ¿podría ir un poquito más rápido?, es una urgencia. Le pregunté al taxista.
-Señorita, voy al límite de velocidad permitida para esta vía. No se preocupe estaremos allí en cinco minutos.- me contestó el conductor
-Gracias.


Fui pensando todo el rato en qué le podía haber pasado a Pablo y por más vueltas que le daba siempre llegaba a la misma conclusión, la palabra que terminaba por aparecer en mi cabeza y con letras grandes era SOBREDOSIS. No podía soportar más la incertidumbre. Para ser cinco minutos se me estaban haciendo interminables.
Por fin llegamos. Había luz en el salón de la casa de Javi. Fui corriendo a la puerta y dejé pulsado el timbre. Javi abrió la puerta, pasé directamente sin decir nada.
Vi a Alicia, la amiga de Javi que conocí en la fiesta, en un lado del sofá y a Pablo en el otro, desmayado o muerto, no lo sabía. Me arrodillé para escuchar si su corazón latía. ¡Por Dios. Sí. Latía!
-¿Qué se ha tomado? – le grité a Javi
-Tranquila, que ya está mejor. Se mareó y vomitó hace ya rato.- Me dijo
-No me contestas o qué.
-Hemos estado bebiendo y se tomó un éxtasis. Se empezó a encontrar mal y luego ya no sé si se ha metido algo más o no. ¡Yo no soy su puta niñera! Creo que ha sido por la mezcla del éxtasis con alcohol.
-¿Y no has hecho nada?- le pregunté
-Le iba a llevar a casa pero ha insistido en que te llame. Y lo he hecho- me dijo Javi poniendo cara de bueno, como si hubiese hecho todo lo que estaba en su mano.
-Te lo querías quitar de encima, es eso. Eres un cabrón- le recriminé- Ayúdame- le ordené a Javi- le vamos a espabilar y a meterlo en la ducha.
Javi me miró desafiante. Supongo que no estaba acostumbrado a que nadie le dijese lo que tenía que hacer, a mí me importaba una mierda a lo que estuviera acostumbrado. Pablo tenía que salir de allí por su propio pie o si no le tendría que llevar al hospital.
Javi debió pensárselo mejor porque se acercó a Pablo y empezó a zarandearlo. Pablo empezó a abrir los ojos e intentaba decir algo.
-Vamos Pablo, espabila. Te vamos a meter en la ducha para que te recompongas un poco.- Le empecé a hablar yo.
-Venga tío, ayúdanos un poco. Intenta levantarte.
Pablo abrió los ojos por un instante y me miró. Volví a ver la misma mirada de disculpa, me estaba pidiendo perdón, y yo empezaba a pensar en cuántas veces había visto ya esa mirada. Resultaba extenuante.
Entre Javi y yo llevamos a Pablo al baño, le desnudamos y le metimos en la bañera. Puse el agua caliente y no parecía que lo espabilara mucho, fui bajando la temperatura poco a poco y empezó a recobrar el sentido.
-¿Qué coño hacéis?- nos preguntó Pablo- Estoy calado.
-Estabas medio inconsciente y te hemos metido en el agua para que te despejaras un poco.-Le contesté yo.
-Tengo fríiiio.- nos dijo con los dientes castañeteando
Javi me dio una toalla y me ayudó a sacarlo de la bañera.
-Os dejo solos- dijo Javi.-estaré en salón.
-¿Por qué me miras así?- Me preguntó Pablo
-¿Me lo dices en serio o sólo es por el pedo que llevas?- le dije
-No voy pedo, estoy bien ¿o es que no lo ves?- y se rió
-Eres un imbécil, ¿por qué coño haces esto? ¿Sabes que mientras venía a buscarte pensaba que estabas muerto?- cuando lo solté también saltaron las lágrimas que había estado conteniendo todo el tiempo. La impotencia de no saber qué le pasaba y si iba a poder hacer algo por él o sería demasiado tarde para cuando llegara.
Si miraba atrás, esta había sido, con creces, la peor noche de toda mi vida.
-Venga, estoy bien- me dijo con una sonrisa facilona- No llores, ven aquí- e hizo el ademán para que lo abrazara.
-No tengo ganas de abrazos.- Le dije con el rostro tenso.- Vístete, te espero en el salón para llevarte a tu casa.
Fui al salón y me senté en el sofá. Alicia seguía en el mismo sitio dónde la dejé, también estaba bastante perjudicada, pero estaba consciente. Javi hablaba por el móvil en un rincón al otro extremo de la habitación y entretanto se metía unas rayas. Muy enternecedor.
-Hola Sonia, porque te llamas Sonia ¿verdad?- Me saludó
-Sí soy Sonia. Hola ¿cómo vas?- le dije de mala gana.
-Muy bien- me dijo con una risilla- ¿Sabes que ahora soy la nueva novia de Javier?
-Ohhhh. Felicidades- le contesté irónicamente.
-Gracias, es muy guay- me contestó.
Alicia seguía hablando sin parar, iba muy puesta y parecía una cotorra, ya no la escuchaba. Volví al baño porque Pablo no salía. Se estaba durmiendo sentado en la taza del váter. Le desperté y salimos del baño como pudimos, se tenía en pie a duras penas. Llevaba un colocón importante.
Pablo se acercó a Javi y le abrazó.
-Hasta luego hermano, sabes que te quiero- le dijo Pablo a Javi tocándose el pecho y alargando la mano para señalarle mientras se alejaba.
-Y yo a ti hermano. Adiós. Y Sonia, gracias por venir- se despidió Javi.
-Adiós- le respondí yo muy secamente.
Cogí el coche de Pablo y empecé a conducir. Parece que hacer este camino se estaba empezando a convertir en una mala costumbre. Oí a Pablo susurrar algo.
-¿Estás bien? Le pregunté acariciándole el pelo- ¿qué dices?
-… y cuando me llene el cuerpo de anfetas y de alcohol, querré alguien a mi lado que me recoja al caer, así nena tendré suerte de llegarte a conocer uhu, uhu, uhu, nena, voy a ser rocanrol star.
-¿Estás cantando? – pregunté incrédula- Alucino. Hace un rato creía que estabas muerto y ahora me cantas una canción.
-Don´t be cruel, baby- me contestó
Esa frase sí sabía lo que quería decir, era una canción de Elvis.
-Menos mal que ya pasaste los veintisiete porque si no fuera así, pensaría que te quieres morir como las grandes estrellas del rock.
               Pablo se calló durante un rato.
-¿Sonia?
-Dime- le respondí.
-Te quiero, Honey Bunny.- me dijo cerrando los ojos.

Lloré otra vez. Lloré por toda la tensión que había soportado esa noche y lloré porque yo también le quería. Sobre todo durante esta noche, después de haberle visto, probablemente acariciando la muerte, sólo que aún no sabía si le quería tanto como para soportar más noches como esta y podía suponer que si no se quitaba de esa mierda, no sería la única.
Llegamos a su casa y le desperté. Subimos directamente a la habitación sin decir nada. Pablo ya estaba mucho más despejado.
No sé si te lo he dicho todavía, pero gracias por venir a por mí- me dijo Pablo
-De nada- le dije de mala gana- No tienes ni idea de la noche que me has hecho pasar, realmente llegué a pensar que te encontraría muerto.
-¡No exageres! ¿De verdad creías que me ibas a encontrar muerto?¿Con una sobredosis?- y se rió a carcajadas.
-¡Qué gracioso!. Pues sí, eso es lo que he pensado.-le repliqué
-Pero nena, yo sé hasta donde puedo llegar, conozco mi límite- se intentaba explicar.
-Claro ya lo he visto.-le contesté con desgana. No me valía ninguna explicación que me diera- Mira yo tengo que estar en el trabajo dentro de...-miré el reloj- ¡Genial!, seis míseras horas, así que voy a llamar un taxi y me voy a ir a darme una ducha e intentar dormir un poco. Mañana hablamos.
-No pidas un taxi, yo te llevo. Es lo menos que puedo hacer.- me sugirió
-No gracias, no me parece que estés en condiciones de conducir.- Saqué el móvil y pedí el taxi.
-Bueno, pues mañana te llamo y hablamos. Venga vamos abajo a esperar a que llegue tu taxi.
De repente parecía que Pablo era el mismo ser encantador de siempre. Me alucinaba cómo pasaba de un estado tan pésimo a otro más o menos normal.
-¿Tienes un cigarro? Le pregunté
-Sí, ¿estás nerviosa?
-Quieres dármelo de una puñetera vez- le respondí muy cabreada y así de paso, contestaba a su pregunta.
-Vale. Toma. Ya veo que sí que lo estás.
-Ya veo  que a ti te ha sentado fenomenal todo lo que te has metido esta noche. En estos momentos la que parece que no está bien soy yo. Qué ironía ¿verdad?
-En realidad lo que me ha recompuesto ha sido la ducha que me has dado- me miró dulcemente agarrándome la cara- y el sueñecito que me he echado mientras me traías a mi casa- me dio un beso en la frente- Te quiero mucho. Eres como un salvavidas en medio del océano, no sabes lo importante que eres para mí.
Mi móvil sonó. El taxi ya estaba aquí.
-Bueno, mañana nos vemos- me zafé de sus suaves manos y me fui.
Como no había tráfico no tardé mucho en llegar a mi casa. Eran casi las tres de la madrugada. Marga estaba dormida, lo normal para esas horas. Me descalcé, me senté en el sillón y me encendí el cigarro que me había dado Pablo. Era increíble que un estimulante como el tabaco me tranquilizara, pero así era.
Después de fumarme el cigarro me di una ducha y me tumbé en la cama. Tenía que levantarme dentro de tres horas y media. ¡Qué putada!