Brillaba la luna
de agosto. Félix y Sara se conocieron en un bar, junto a la playa. Los dos
pasaban unos días de vacaciones en el Sur. Pudo ser una casualidad que se
encontraran, sólo que ninguno de los dos creía en las casualidades.
Ella bailaba junto
a una pequeña pista de baile. Él estaba de pie en la barra del bar, no muy
lejos de ella. Ya se habían visto…se observaron, se midieron con la mirada.
Sara se acercó a la barra del bar, pidió una bebida e inició una conversación
con Félix. Abandonaron aquel bar tras poco más de una hora de intensas miradas,
diálogos inteligentes-intencionados y afilados a veces-, risas en cuyo eco se
escondía el deseo de juntar los labios del uno con el otro.
Tuvieron ese “algo”
que te ocurre una vez en la vida o
ninguna. Eso que sólo tiene un momento y un lugar; puede que porque el destino
es así o simplemente no crees que tenga espacio en tu vida cotidiana o no te
atreves a dárselo. Era incluso probable que alguno de los dos tuviese otra
historia, otra vida lejos de esa playa pero ni lo mencionaron ni creyeron
oportuno preguntárselo.
Aquella noche no
sonó esa canción pero ahora ella podía oírla al igual que el recuerdo de los jadeos
ahogados junto a su oído; aquellas sensuales notas y el recuerdo…la erizaron la
piel.
Fueron todo lo
que necesitaban, querían y desearon aquella noche. Todo lo que pudieron ser sin
preguntas, sin esperar nada; no tenían historia, ni pasado y muy probablemente
tampoco futuro, por eso aquella noche bajo la luna de agosto se entregaron al
infinito...de sus manos, de los suspiros y de toda la amplitud de sus cuerpos.
Supieron verse
las heridas, las lamieron hasta curarlas y llevarlas al olvido.
Félix dibujó con
sus dedos sueños perdidos en otros cuerpos, avanzando hasta llegar dentro de
ella...la sal de su piel, el sabor escondido entre sus piernas. Sara se fundió
con aquellos labios nuevos, sin ansia, sin prisa…dando todo su ser, el alma. Él
y ella, ella y él y aquella noche de amor desesperada.
Sara
salió de aquel bar de ese Sur que tanto le gustaba, con la memoria fresca, el
corazón roto y ríos de sal recorriendo sus mejillas. Se alejó cantando, con el
recuerdo de esa noche reflejada en la luna de agosto y esa canción que le trajo
de vuelta…
…
Tuvimos una noche
llena de color
un río dorado
tus ojos son.
Paramos la vida
con nuestras manos
la vida cantaba
esta canción.
Una noche de amor
desesperada,
una noche de amor
que se alejó.
llena de color
un río dorado
tus ojos son.
Paramos la vida
con nuestras manos
la vida cantaba
esta canción.
Una noche de amor
desesperada,
una noche de amor
que se alejó.
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