Aquella
habitación de hotel donde nos encontrábamos era nuestro rincón.
Podías quitarme
y ponerme la ropa prácticamente con la misma facilidad, porque eso
también es Rock and Roll.
Vivíamos,
respirábamos y nos amábamos en el exceso.
La noche, a
veces, nos gana la mano y la partida pero seguimos rindiéndonos ante ella y
apostando al rojo, siempre todo.
Todo el tiempo
que pasamos en aquella habitación, todas las palabras que nos dijimos y las que
quedaron implícitas en nuestras miradas serán siempre nuestras.
Ganamos todos
los momentos pero poco a poco fuimos perdiendo todas las canciones que juntos,
hicimos nuestras y que de algún modo nos pertenecieron enredados entre sábanas.
Y ya sé que
estás en otra historia, amor; lo sé y duele, estruja el corazón sin poseer y
araña el alma por saber que puedes estar compartiendo todas esas palabras, las
que un día fueron nuestras, con cualquier otra persona.
Ya no sabemos
quién nos quitará la ropa pero guardaré todas las palabras que me dijiste. Son
tan únicas que ni las huellas de otros besos las podrán borrar, ni tampoco los
días ni las horas en aquella habitación que fue tuya y mía.
Perdimos porque
nuestra historia hablaba de perdedores, igual que las buenas canciones que
cuentan finales tristes de principios inacabados.
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