Llegué al
Chelsea y me apresuré a entrar en aquel ascensor, probablemente me estabas
esperando, lo tenías todo preparado. Los hombres feos se adelantan a todo, siempre.
Tú no eras Chris ni yo B.B pero aquella noche salimos juntos de aquel ascensor.
Me serviste un Southern Comfort y te dejaste caer sobre
la cama. Yo bebía y me arreglaba frente al espejo.
Estabas tirado
en la cama, observándome y sonriendo mientras avanzaba hacia ti, como sólo tú
sabías sonreír, Leonard. Tú sabías cómo iba a terminar ese paseo, lo supiste
desde que clavaste tus ojos en mi en aquel ascensor, lo sabías todo; que escribirías
esta jodida canción, que acabaríamos en esta habitación… me recogí el pelo mientras me ponía de rodillas frente a
ti. Me postré ante ti sin miedo y sin un
ápice de sumisión porque entre Dioses sabemos reconocernos. Se abrió la grieta y toda la luz que nos
habitaba inundó la habitación de aquel hotel.
No te dije adiós
al salir por la puerta, aún pienso en eso. El pasillo estaba oscuro y el último
Mercedes Benz me esperaba en la puerta del Chelsea Hotel.
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