Cuatro días atrás,
en un luminoso día como lo ha sido este, pude ver el cielo tornándose en una oscuridad
casi absoluta. Cohen, el poeta, el escritor, el músico nos había dejado.
Nunca he sido
una gran fan del cantautor canadiense, si contara otra cosa estaría mintiendo, pero
siempre me ha gustado y Cohen entre otras muchas cosas era verdad. Reconozco
incluso, que nunca he podido escucharle mucho más de una hora seguida por miedo
a salir corriendo al baño, coger la cuchilla y terminar cortando largo y
profundo. Cohen podía llegar a romperte. Tenía ese punto, difícil de equilibrar.
Pese a esto, cada vez que le he escuchado he logrado entrar en otro universo y
dejarme llevar, cigarrillo en mano, a esa verdad, cruda, apasionada, sexual. Da
igual si cantaba o recitaba porque a través de la profundidad de su voz, de su
poesía, yo bailaba con él hasta el final del amor, hasta la última nota.
Foto cortesía de Laura MHPhoto
Puedo nombrar muchas de sus
canciones, So long, Marianne, Bird on
wire, Suzanne, Famous Blue raincoat, I´m
your Man, First we take Manhattan, The Last Waltz, Sisters of Mercy, Halleluyah,
Waiting for a miracle, Chelsea Hotel, Dance me to the end of love, If it be
your will y muchas más pero debo quedarme con una canción a la que le puse
etiqueta de canción perfecta desde el primer momento que la escuché: A Thousand
Kisses Deep
Gracias por la
elegancia infinita, Leonard.
Muy bueno, Tina.
ResponderEliminarDavid
Muchas gracias, me alegra que te haya gustado.
EliminarUn abrazo.
Precioso sí señor!
ResponderEliminarMuackssssssssssssss, thanks!
EliminarGenial.
ResponderEliminarSubversiva
Muchas gracias de nuevo. :)
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