Al día siguiente de despedir en Madrid a Rosendo,
tenía otra cita muy deseada ya que actuaba Tarque en la Sala But. Doy gracias a
esas segundas fechas de conciertos, en este caso las segundas oportunidades sí
son buenas. Llegué tarde para conseguir las entradas para la fecha inicial del
22 de diciembre y pensé que no podría verle pero a veces la vida no sólo te sonríe sino
que además suena de lujo.
Bastante puntual, las luces del escenario se
encienden de un rojo fuego. Suena I love Rock N´Roll en la voz de Joan Jett.
Tarque acompañado por su Asociación del Riff (Carlos Raya a la guitarra, Coki
Giménez en la batería y Chapo González al bajo) salen entre aplausos a escena
ante el ansia de un público ávido de una noche de hard rock. Suenan los
primeros acordes de Ahora y en la hora que
ha sido el primer single con el que pudimos escuchar el disco en solitario de
la que es la mejor voz del rock en castellano. Digo esto sin dudas y me repito
desde hace mucho tiempo porque cuando la voz de Tarque arranca te corta como
una cuchilla, tal y como aparece en la portada de su disco homónimo.
Tras el primer tema y con la sensación de que el
calor de la voz y el nervio de Tarque nos tiene ya a sus pies, suena Heartbreaker, uno de mis temas favoritos,
seguido de Bailo y la noche va
tornándose en un engranaje perfecto con esta banda que suenan como un cañón. Le
siguen Juicio Final y El Diablo me acompañará, dos temazos en
los se nota la conexión tanto encima del escenario como con el público.
Le toca el turno a Perdido en la Ciudadde M
Clan, el primer tema que Tarque escribió para el grupo, muy bien escogido para
tocarlo junto a los nuevos que presentaban, no en vano creo que es de los más
míticos, al menos para mí, de entre aquellas primeras canciones. Sabiendo que
harían alguna que otra versión pero ante la expectación de cuáles podrían
ser…el primer gran momento de la noche llegó cuando Tarque dijo que harían
“Fire and Water” de Free que no sólo es un tema que me flipa sino porque de no
escuchar la canción en la voz de Paul Rodgers, no se me ocurre otra forma mejor
que cruzar el paraíso acompañada de Tarque, maravillosa cover.
Aunque es alucinante escuchar estos cortes en casa
a todo trapo, se puede serntir que están hechos para el directo. Es el turno de otro
de los temas que más me gustan, Lobo Solitario una balada rockera y
fantástica a la que le siguió Janis, Amy,
Billie con un ritmo animado, muy de las grandes bandas de los 60´s.
Continuaron con un blues lento de M Clan Se
hizo de noche cuando te conocí que iba perfecta con la anterior. Después de
la bajada de revoluciones con estas canciones, llegó el segundo momentazo de la
noche, emotivo homenaje para Rosendo que
como dije al principio se acababa de despedir de Madrid la noche anterior y
recuerdo para Leño con una versionaza a un mayor tempo de ¡Qué desilusión!
Siguieron con Cactus
en el corazón que a mi me recuerda un poco a Inmigrante en los primeros minutos de la canción ya que aquí al
final cuentan con la fuerza de la guitarra de Raya. Último temazo de M Clan, Calle sin luz con el que acostumbraban a
iniciar sus conciertos y durante el que Tarque bajó unos minutos del escenario
para pasear entre el público. Electroshock,
fue el cañero tema elegido para dar fin al concierto antes de los bises que ya
nos tenían “intoxicados de amor” por todo lo que estábamos disfrutando esa
noche con el concierto.
Para los bises se decidieron por una de las mejores
canciones del mundo, una de esas canciones que te marcan para siempre, con
algunas de las frases más verdaderas que se han escrito, Miedo para la que salieron al escenario Tarque y Raya solos, los
autores de la canción hace ya unos cuantos años, un binomio mágico y perfecto
para esa noche que estaba a punto de finalizar con la entrada de Coki y Chapo
al escenario para despedirse con Donde
nace el R&R bastante en la línea de The Who.
Tras algo más de 90 minutos de concierto, algo me
quedó claro….seguramente “nacimos para correr” pero desde luego vosotros
nacisteispara el Rock & Roll.
Seguro que se nota lo mucho que adoro a Carlos Tarque y no lo disimulo, si aún
podéis ir a verlos, no os lo perdáis, merece siempre la pena. Si además vais
bien acompañad@s por un buen amigo como lo hice yo, mucho mejor.
Parafraseando ¡Qué desilusión! ….El rock & Roll
es un arte y Tarque lo lleva en la garganta y en sus venas.
El señor Rosendo Mercado es ya un viejo conocido de
este blog. Escribiendo esto siento por un lado que, poco os voy a contar que no
sepáis ya…pero del otro lado de la moneda, siento con más fuerza ese deber
inherente que te da la emoción de lo vivido y que ha sido sin lugar a ninguna
duda lo que siempre me ha empujado a escribir aquí.
Anoche, Madrid a 20 de Diciembre del 2018, en el
WiZink Center que siempre será el
Palacio de los Deportes le pongan el nombre que le pongan. Alrededor de unas
quince mil personas le dijimos hasta siempre a nuestro Dios del rock urbano, una
noche que seguro para muchas personas como para mí permanecerá para toda la
vida en el recuerdo.
Quiero agradecerle al tronquete (Quisco) que se
acordara de mí para poder asistir al concierto, siempre se acuerda, de no ser
así no hubiese podido vivir esa gran noche. Gracias también a Rodri por la
camiseta y la compañía, fue muy grata.
Unos quince minutos después de la hora prevista de
comienzo del concierto, salía a escena Rosendo con su banda, sin hacerse
esperar, con Aguanta el tipo; alguien
con más de cuarenta años sobre los escenarios, alguien que ha sabido mantenerse
alejado de las modas, de las garras de la industria, ajeno siempre a lo banal y
haciendo canciones que es lo que le gusta hacer. Tras finalizar el tema nos dio
el esperadísimo “Buenas noches, Madrid” y la emoción ya se había apoderado de
todo el público.
Al primer tema le siguieron entre otros Por meter entre mis cosas la nariz,Muela
que muela, Cosita (la canción de
La prima Elena), Deja que les diga que no
y una versión de No dudaría de
Antonio Flores. También tocó Cuando,
uno de sus últimos temas que más me gustan y Cúrame de espantos.
Tras esta batería de canciones se tomó un pequeño
respiro con un par de temas más tranquilitos, No son gigantes y ese blues de medio tiempo que habla de esos
héroes. los perdedores, Mala Vida.
Para que la noche en Madrid no se enfriara, tocó Y Dale uno de los temas más conocidos de
Rosendo, continuó con Soy y Vergüenza Torera.
Después de esta otra tanda de temazos. Rosendo hizo
una pequeña introducción al tema que iba a tocar a continuación “este es un
tema que escribí cuando era muy joven, os sonará” y la guitarra más
carabanchelera inició unos acordes tan conocidos, tan adorados desde que tengo
ocho años que las lágrimas ya no aguantaron más la emoción…El Tren, sube a mi tren azul… yo no sé si durante los cuarenta años
que tengo he controlado el viaje pero tú música siempre me ha hecho feliz. Tras
finalizar el tema de Leño y con ese Palacio de los Deportes de Madrí a sus
pies, tocó Flojos de Pantalón, uno de
los más emblemáticos del señor Mercado, al igual que los temas que le siguieron
Masculino Singular, Pan de higo y Navegando.
El concierto seguía en su punto más álgido después
de hora y media de Rock and Roll, de ese rock de barrio, del que nace de la
conciencia, del que me hubiese gustado ponerle a los hijos o al herman@ pequeño
que no tengo; Rosendo tan sencillo como siempre nos dijo “Sentimos tenernos que marchar, pero los
años pasan, todo se acaba y ya nos hemos hecho viejos" y las lágrimas una vez más cayeron esa noche.
Llevaba ya mucho rato pensando en el orgullo, en lo bonito que tiene que ser
despedirse así, en tu ciudad, con un lleno hasta la bandera y en un buen
momento después de tantos años de carretera.
El público aclamaba a
su Dios coreando su nombre y después de muy pocos minutos tras bambalinas,
llegaron los bises con un trío de ases con los que no puedes perder ninguna
mano pero sí la cabeza porque te explota de puro rocanrol: Agradecido, Loco por
incordiar y Maneras de Vivir,
todos ya himnos en sí mismos.
Mucha emoción, la
patata golpeando a mil y muchos recuerdos en la cabeza mientras Rosendo se
despedía con su segunda salida para el último bis de la noche para cantar uno
de los mejores temas que se han escrito ¡Qué desilusión! Soy compañero de nadie y viajo solo en mi vagón, el rock and roll es un
arte….
Espero que podamos hacernos viejos como lo has
hecho tú, Rosendo, o al menos con una pizca de esa autenticidad y honestidad
que te han caracterizado durante todos estos años. A lo mejor volvemos a vernos
en otra vida.
En estos tiempos nuevos y salvajes (como cantan
Ilegales) que nos han tocado vivir, en los que se quiere tener todo y mucho más
porque nunca parece suficiente. Un mundo donde prima la inmediatez del deseo,
el todo vale, el postureo, el yo más que tú y el egocentrismo como estilo de
vida, resulta que algunas veces nos cruzamos con gente fantástica que te dedica
su tiempo, sus letras y lo hacen sin esperar nada a cambio, sólo por el mero
placer de compartir.
En la vida tenemos buenas y malas temporadas, yo no
estoy pasando por una demasiado buena últimamente y el tiempo pasa más
lentamente. Como todo tiene su cara y su cruz, en estos momentos en los que
tanto pienso, me doy cuenta de lo que tengo, de la gente que me aprecia y sobre
todo de que hay que disfrutar de esas pequeñas cosas porque en realidad, esos
detalles son algo grandioso que estarán por siempre guardados en la memoria.
Me considero una persona de pequeñas cosas, de
pequeños detalles. Siempre me he fijado en cosas poco corrientes, creo que por
esos detalles se conoce mejor a las personas, son los que nos diferencian de
una u otra manera, lo que nos puede hacer especiales para alguien.
Disfruto tomándome un café, fumándome un
cigarrillo, tomándome una caña, degustando boquerones en vinagre, hablando con mis amistades, leyendo (aunque cada vez lo hago menos),
tumbándome en el sofá con la manta y ver una película o una serie, poniendo un
disco (muchos discos), leyendo blogs, recibir un mensaje que te saca una
sonrisa en el momento más inesperado y cuando más lo necesitas, las charlas a deshoras….pequeñas cosas.
Una nunca sabe si esas pequeñas cosas te esperan
detrás de una puerta, en una bolsa olvidada, en un cajón, algo escrito en un papel, en un bar, en una red social o
en cualquier blog. Unas te harán reír, otras llorar pero lo que os puedo
asegurar es que esos detalles nunca se olvidan y son lo que forman en mayor o menor medida nuestra
felicidad.
Desde luego este es un pequeño blog pero todas y cada una de las entradas que se han podido leer en el mes de noviembre durante este 7 Aniversario, han sido grandiosas. Las han escrito personas fantásticas y auténticas que han derramado sus letras con todo el cariño y buen hacer posible. Espero que hayáis disfrutado, vivido y sentido tanto como yo leyéndolas.
Muchísimas gracias a todas y a todos por verteros en este pequeño
espacio con vuestras letras, vuestras canciones, vuestras historias, vuestro
cariño….este número 7 no lo voy a olvidar nunca.
Te levantas una mañana y todo parece fluir de manera más o menos racional. La lógica de los tiempos dicta que debemos seguir poniendo buena cara a la tormenta de la época que nos ha tocado vivir, y no sirve regodearse en cualquier siglo pasado, que forzosamente será mejor. O mejor dicho, solo en algunos casos. Luego lees que se acaba de reeditar un disco que debería escucharse al menos un par de veces al año con toques ceremoniosos y el ruido de fondo deja de ser un mero comparsa y vuelves a creer que en las fronteras de lo improbable siempre hay resquicio para un rayo de luz. De vez en cuando un temblor de vida inteligente agita los cimientos de la maltratada industria discográfica y nos arrastra a unos cuantos a su añorado nuevo orden.
Corría el año 1977 y la banda de rock española Ñu
se manejaba entre dos líderes, Jose Carlos Molina y Rosendo Mercado, dos
estilos diferentes, Molina más sinfónico, con su flauta, el Ian Anderson
español y Rosendo más duro, mucho guitarreo, el Rory Gallagher nacional.
Curiosamente con el paso de los años se invirtió la situación, Molina se abrazó
al heavy metal y Rosendo se apartó de ese circuito.
La personalidad de ambos también era muy diferente,
Molina muy visceral y Rosendo un tipo tranquilo. Molina le decía a Rosendo que
las canciones que él hacía eran un "leño". Tantas cosas antagónicas
entre ambos no podía terminar de otra forma que en una ruptura anunciada,
Rosendo se marcha del grupo y decide crear un nuevo grupo, al que decidió
llamarlo Leño, en honor a sus canciones que según el Molina eran eso, un
"leño".
En el año 1978 Leño debuta en el Alcalá Palace
madrileño como teloneros de Asfalto, causando una gran impresión. En el año
1979 sale a la luz su primer trabajo de estudio, que se llamó como el grupo,
Leño. Tras tres discos de estudio y un directo, ante el mal rollo que empezaba
a haber dentro del grupo, Rosendo, en 1983, decide deshacer la banda, cuando
estaban en el punto más álgido de su carrera, tras la gira exitosa junto a
Miguel Ríos y Luz Casal en aquél inolvidable "rock de una noche de
verano"
Pero el bueno de Rosendo tenía firmado cinco discos
con la compañía Chapa Discográfica, faltaba uno y él decide deshacer el grupo. La
compañía le instiga, le dice que se busque otros músicos y grabe el disco, a lo
que Rosendo se niega diciendo que Leño eran él y sus dos acompañantes de
siempre, Tony Urbano, bajista y Ramiro Penas, batería, aunque en el primer
disco el bajista fue Chiqui Mariscal. Al no llegar a un acuerdo la compañía
demanda a Rosendo y el resultado es que los derechos de las canciones de Leño
pasan a ser propiedad de la compañía durante 20 años. Además se castiga a
Rosendo con no poder firmar y grabar con ninguna compañía durante dos años.
Rosendo durante su estancia en Leño se había ganado
gran cantidad de adeptos y tras los dos años en "cautiverio" ficha
por la multinacional RCA. Lanza su primer disco en solitario en 1985, Loco por
incordiar, todo un anuncio de intenciones, y consigue gran éxito, dejando en él
una de las mejores canciones de rock en castellano, Agradecido.
Pero a partir de ahí empieza la caída del
guitarrista carabanchelero, los pelos de colores, los niños desenfadados que no
sabían ni como se cogía una guitarra, apoyados por los medios y por el poder
establecido, deseosos de mostrar una España diferente al de la pandereta y las castañuelas,
mandaron al paro a casi toda la generación de músicos de Rosendo, auténticos
talentos se quedaron en el camino.
Rosendo no cambia de acera, y sigue fiel a su
estilo de rockero urbano, un tipo de rock que casi todos atribuyen a él como
pionero. Rosendo da conciertos donde apenas acuden 500 personas, ya no puede
vivir de la música y se pone a hacer nóminas en una gestoría. Parecía el
fin del narizotas carabanchelero.
A partir de aquí poco que contar, amigos lectores,
ya saben ustedes lo que ha sido, lo que es, y hasta lo que será Rosendo
Mercado. Su larga trayectoria, su profesionalidad, su buen rollo, su fidelidad
a un estilo por encima de modas y de modos, una manera distinta de hacer y
sobre todo su autenticidad, canta como vive y vive como canta, hacen que al
final de su carrera su estrella brille en lo más alto, siendo todo un referente
ya no solo musical, sino personal, Las Ventas se vieron petadas en el 2014,
20.000 saltando y bailando ante el Rosen, con las entradas agotadas unos meses
antes.
El Rosen se nos va de los escenarios, lo ha
anunciado, ya, en un pis pas. Dará su último concierto en Madrid, en su Madrid,
el 20 de Diciembre, en el antiguo Palacio de los Deportes Madrileño, las
entradas duraron un periquete, se agotaron ya hace unos meses. Su hueco pasarán
50 años y nadie lo cubrirá, nadie igualará e a este personaje, muy buen tío,
tan singular, y sobre todo tan AUTÉNTICO.
Las "cajas en forma de
corazón" de Tina (Tina's Heart
Shaped Boxes), repletas de música inspirada e inspiradora de recuerdos,
sensaciones y reflexiones en forma de relatos y poemas, cumplen nada menos que siete
años. Desde luego, no es una cifra cualquiera y merece una celebración a la
altura de tal aniversario...
El siete siempre ha sido
considerado un número místico, con cierto poder mágico y asociado también a la
fortuna o la buena suerte. El "7", escribámoslo así para despojarlo
de su lastre como palabra y realzar su importancia como guarismo, simboliza el
conocimiento y la vida interior. Se dice del 7 que sirve de puente entre lo
terrenal y lo espiritual, al contener el 4 que identifica a los elementos
naturales y el 3 que representa el dogma de la Trinidad y la perfección
pitagórica. El 7 parece regir nuestra existencia a muchos otros niveles. Por
ejemplo, ordenándola en semanas que imitan el mito de la Creación y
estableciendo ciertos límites que enfrentan los pecados capitales a las virtudes
teologales, o a las que acompañan en su camino al guerrero del Bushido japonés.
Y lo hace sobre un trozo de roca ("la tercera a partir del Sol", como
dijo Jimi Hendrix) que, surcada por el romanticismo casi novelesco de los siete
mares, perteneció al septenario astrológico de los antiguos griegos ratificado,
después, por la astronomía de Kepler. El Cine se sumó a las seis artes
clásicas, que en número de siete nos han dado desde enanitos a infiernos
dantescos, samuráis y mercenarios del Far
West, y también la sistematización de frecuencias alrededor de, cómo no,
siete notas musicales.
Jack Daniel's Old No 7
Es indudable que el 7 ejerce
una gran fascinación. Sedujo a Jasper Newton Daniel, joven fundador de una
destilería próxima al manantial conocido como Cave Spring Hollow en Lynchburg,
Tennessee, que decidió etiquetar su whisky como "Old No 7". Aunque dicha etiqueta indica 1866, los
registros históricos datan la fundación en torno a 1875. También existen dudas sobre
la fecha de nacimiento del propio fundador, al que nos permitiremos la
familiaridad de llamar "Jack"
Daniel. Son lagunas propias de siglos pretéritos que contribuyen, sin suponer realmente
una intriga, a engrandecer el mito envolviéndolo en misterio. Igualmente ocurre
con el mencionado número 7 de la icónica etiqueta de Jack Daniel's. Se han enunciado numerosas teorías para explicarlo
que, curiosamente, no mencionan la coincidencia de que Lynchburg sea también
conocida como la ciudad de las siete
colinas por su orografía romana. Entre las más peregrinas, está la que
sostiene que Jack Daniel habría mantenido relación con varias novias, siendo su
favorita la séptima. Algunas apuntan al método de elaboración, argumentando que
la receta número 7 fue la definitiva o que para lograr las características
adecuadas las burbujas de la fermentación debían alcanzar el tamaño de un
perdigón del 7. Y otras, mucho más pragmáticas, apuntan a que la destilería era
la séptima a lo largo del río James o que simplemente fue el número asignado
por el gobierno al formalizar el registro de la empresa y que, a pesar de que
por motivos fiscales acabó siendo la dieciséis, se mantuvo en la etiqueta por
razones comerciales.
Jack Daniel's Old No 7... ¡puro rock and roll!
Sin embargo ninguna de esas
teorías, y aún menos la que hace referencia a las novias de Mr. Daniel, justifica
el porqué del adjetivo "old"
que precede al número 7. Un misterio más. Ese "old" nos remite a lo clásico, lo lejano en el tiempo, lo
duradero y reposado, lo maduro o, como se ha extendido en los últimos años, lo vintage. Por eso, quizá, el bourbon es
precisamente el ingrediente básico de uno de los cocktails más antiguos que se conocen y el primero en tener nombre
propio: el "Old Fashioned"
(que podríamos traducir como chapado a la
antigua). En esa línea el "Old
No 7" de Jack Daniel's
parece el acompañamiento perfecto para aquel "Old time Rock and Roll" al que cantaba Bob Seger en
favor de otros géneros musicales y que, en cierta modo, también podría decirse
que vino a nacer por tierras de Tennessee. El rock and roll y su vieja
escuela se han convertido, para quienes tantas veces nos encontramos fuera
de momento y lugar, en el mítico Shangri-La donde resguardarse del pensamiento
adocenado, de los sentimientos teledirigidos, de las emociones artificiales, de
la superviviencia (que no vida) acelerada, de los placeres sintéticos, del
atrevido anonimato de los nicks, de
los escaparates de felicidad impostada, de los valores cuestionados y de las alternativas
cuestionables. De un tiempo, al fin y al cabo, caracterizado por la
personalidad doblegada y los espíritus domados.
De hecho, en los orígenes
del "Old Nº 7" la música
también tuvo cierta relevancia: el propio Jack Daniel reunió una pequeña banda
de músicos locales, una de las conocidas como gazebo bands por animar celebraciones tocando sobre kioscos o veladores
(gazebo en inglés), para atraer al
público a su local de despacho de bebidas. A partir de esa conexión musical,
resulta ya difícil desligar el "Old
No 7" de Jack Daniel's de la
iconografía del rock and roll, para
cuyos amantes se ha convertido en bandera de autenticidad. Un símbolo de
actitud, tan mitificado como las señales de la Route 66, las perillas de control de una Gibson o las burbujas del arco multicolor de una Wurtlitzer.
Jimmy Page (Led Zeppelin)... & Jack Daniels Old No 7
Keith Richards (The Rolling Stones)... & Jack Daniels Old No 7
The
Everly Brothers escribieron una canción titulada "Jack Daniel's Old No 7" en la
que un hombre cambia a su amante por una colección de botellas de Lynchburg,
Tennessee. Por supuesto, Jerry Lee Lewis (The Killer) no se privó de hacer su propia versión. Son muchas las
fotografías de bandas como Led Zeppelin
y The Rolling Stones en las que una
botella de "Old No 7" se
convierte en el atrezzo
imprescindible de encuentros, fiestas, ensayos y conciertos a los que se sumaban desde
Tina Turner a David Bowie. De hecho, se cuenta que Mick Jagger hubo de
proscribir temporalmente su presencia para atemperar la afición de su compañero
Keith Richards por dicha marca. También Tom Petty o Bon Scott se dejaron retratar
en compañía de la mítica botella y Michael Anthony, de Van Halen, se hizo fabricar un bajo con su forma. El hard rock más contemporáneo tampoco es
ajeno al "Old Nº 7": son
legendarios los tragos de Tommy Lee durante sus solos de batería en los
conciertos de Mötley Crüe, y
archiconocida la imagen interior de los "Use
your illusion" de Guns N' Roses
en la que Slash agarra con ambas manos una imprescindible botella de Jack Daniel's. En el caso de Lemmy
Kilmister de Motörhead, el "Old No 7" parece una
extensión de su propio brazo. La etiqueta negra y blanca ha inspirado carátulas
como la del único álbum en directo de Pantera,
o camisetas como las omnipresentes de Loquillo
y Trogloditas a finales de los ochenta en las que el logo del Pájaro Loco se insertaba en el diseño de
Jack Daniel's. Y es que el "Old No 7" no entiende de
nacionalidades, porque tampoco es raro ver una botella cuadrada sobre el piano
del queridísimo Johnny Burning.
Slash (Guns N' Roses)... & Jack Daniels Old No 7
Lemmy Kilmister (Mötorhead)... & Jack Daniels Old No 7
Parece ser que fue Frank
Sinatra quien lanzó el "Old
No7" al estrellato cuando sus ventas no eran mayoritarias. Allá por
1947 se lo descubrió el cómico Jackie Gleason y, desde entonces, no dudó en
consumirlo durante sus recitales presentándolo como néctar de dioses o el mejor
licor del mundo. Las ventas de la marca se dispararon y la botella de Jack Daniel's casi terminó siendo el
sexto miembro del Rat Pack. No por
nada cuando Dean Martin cantaba aquello de I
love Vegas... añadía a continuación ...like
Sinatra loves Jack Daniel's. No era precisamente Frank Sinatra el mayor
abanderado del rock and roll, pero desde luego no se le puede negar autenticidad. Él
inventó el negocio. Él fue elpresidente del consejo (the
chairman of the board). Y él empezó la leyenda musical del "Old
No 7" hermanando en el fondo de una copa de bourbon una
pluralidad de estilos, de artistas heterogéneos, mensajes y, sobre todo, buen
gusto y savoir faire.
Dean, Sammy, Frank... & Jack Daniels Old No 7
El caso es que el blog "Tina's Heart Shaped Boxes" también
lleva ya siete años orbitando alrededor del rock
and roll sin complejos ni cortapisas, "vertiéndose"
(como la propia autora dice) en textos inspirados por una ecléctica selección
musical, pero también literaria y cinematográfica. Como en el fondo de un "Old No
7", aquíhay sitio para todos. Nadie está de más: de
las gasolineras de Faulkner a la cercanía de Willy
DeVille, pasando por Manuel de Molina, M-Clan o las
sentidas despedidas a Leonard Cohen y Lou Reed.
Un blog a corazón abierto que, como el buen whisky, se hace gota a gota con mimo y dedicación y que, administrado
en pequeñas dosis, calienta y reconforta el interior. Un blog que, como el rock and
roll, es un buen refugio para outsiders.
Tomen pues una copa entre
los dedos, elijan bien los surcos de vinilo por donde van a dejarse llevar, y
disfruten de la musical y hermosa manera de ver el mundo de "Tina's Heart Shaped Boxes".
Hace
algún tiempo alguien me preguntó que me hacía especial. Pues
aparte de aguantar las resacas como un campeón no supe que decir.
Siempre he pensado que especiales nos hacen los demás, son capaces
de vislumbrar ese algo que te hace brillar en la oscuridad aunque sea
de lejos. Que necesitamos de otro para que esa circunstancia
distintiva pueda vivir y surgir a la superficie. No solo las personas
son únicas y se adhieren a tu día a día de una u otra manera,
también las canciones se convierten en dogma de fe. Como filosofía
de supervivencia he adaptado y adoptado esas frases contenidas entre
acordes que se han tatuado por derecho propio en mi alma. “Pon
esa música de nuevo son un montón de recuerdos...” porque
las sonrisas y las lágrimas se atan de por vida a un estribillo. “No
pienses que estoy muy triste si no me ves sonreír, es simplemente
despiste, maneras de vivir” especialmente
esa mañana que frente al mundo juraste que no serías como ellos.
“...Even
the losers get lucky sometimes...” cuando
aprietas los puños y sonries de forma maliciosa al comprobar que los
planes a veces terminan saliendo bien. “...That
night we went down to the river And into the river we'd dive...”
ya que al final las cosas
importantes de la vida son aquellas que necesitan el contacto de la
piel y no el del papel impreso por un banco.
En
estos tiempos modernos que nos ha tocado vivir olvidamos la
importancia del contacto humano, de una mano extendida que a veces
camina a través de una conexión de internet. La blogosfera llegó a
ser algo maravillosa hasta el momento en que el ego fue mayor que las
palabras, cuando la palabra blogger cobró demasiados visos de
oficialidad. Una desmesura que lo llevó a su muerte prematura por
exceso y dejó resistiendo solo a aquellos a los que motivaba la
pasión. Sigo visitando los blogs que me gustan en una tradicional
estación de penitencia a la que pondría nombre de discos
maravillosos. Este tren que recorre los raíles de las palabras
encontradas hará paradas en “La estación de los corazones rotos”,
en “Algún lugar de la marcha”, en “El patio”. Apeaderos
donde conviven los recolectores de circunstancias en forma de
escritos en esta pared virtual. Precisamente en uno de ellos mora
Tina Jara que ha marcado en rojo en el calendario el séptimo
aniversario de su Tina's
heart shaped boxes
porque el siete para ella es algo especial. Y me abre la puerta de su
rincón para que moren mis historias durante este día. ¿Por que es
especial Tina, debería ser la pregunta?. A pesar de ser dos
perfectos extraños, la conozco a través de las ventanas que va
abriendo en su blog y en su TL de Twitter mostrando a un público
diverso y agazapado tras un teclado aquello que necesita mostrar.
Tina nos muestra una señal luminosa junto al timbre que anuncie
nuestra llegada anónima al dominio de sus palabras, de sus
sentimientos encerrados. Y por ello, yo que junto a letras encerradas
en una canción colecciono frases que las ejecutan las manos pero por
orden de las entrañas. Por eso querida Tina te robo aquello de “Y
a estas ganas de llorar las llamaré como me salga del coño”
porque nunca tanta libertad individual se disfrazó de rabia para
soltar un sentimiento.
Y es que a nuestras ganas de llorar, de reir, de luchar o de gritar
siempre les pondremos como nos salga del coño porque si algo jamás
nos podrán robar en estos tiempos inciertos en los que los gurús
han cambiado los púlpitos por las redes sociales y en el que los
informativos han manchado hasta lo indecente el significado de su
nombre solo nos queda el ser capaces de seguir en pie. Me asomo a la
terraza y grito. No me importan las caras de los extraños, me sobran
los signos de indulgencia, me causan indiferencia los consejos
paternales. Aprendo de mis errores y no me arrepiento de ellos porque
jamás actue de mala fe. Y si lo hice alguna razón tendría. Miro
hacia mi equipo de música y antes de comenzar la siguiente canción
la megafonía anuncia que en cinco minutos el tren estacionado en la
vía principal tomará la salida. Mientras Bryan Adams grita a voz
viva que el verano del 69 fue el mejor de su vida me voy preparando
para la próxima visita. Y recuerda querida Tina, que a nuestras
ganas de llorar, gritar, correr, hablar o saltar les pondremos como
nos salga del coño.
Como
todas las mañanas Augusto Nota salió a la calle, con todo en él en orden, para
dirigirse a su puesto de trabajo. A medida que andaba, mentalmente, repasaba la
lista de tareas para hoy. Recordaba exactamente el estado en que había quedado
todo el día anterior. De todas maneras al sentarse frente al ordenador,
volvería a ver la ristra de pósits pegados en el filo de la pantalla, que con
concisas listas enumeraban un abanico de cometidos. Una nota para el índice
laboral, otra para su lado “ama de casa”: lo indispensable a la hora de hacer
la compra en el supermercado; una tercera con un listado de canciones a
escuchar detenidamente. La cuarta nota con el número de su centro de atención
primaria, el número de historial, el nombre del doctor en cuestión, la hora y
día de la visita, y por debajo, con una flechita muy bien dibujada y que
indicaba un subnivel, una derivada, el día y hora de la analítica previa. El
mundo de la salud, el tema médicos en general, era complicado, y el riesgo de
un olvido, de consecuencias fatídicas. Volver al inicio del laberinto.
En
la vida de Augusto Nota todo se regía por listas. Todo estaba previamente
planificado y listado. La lista era la prevención, el cálculo, el método, la
memoria e incluso la motivación, a manera de recordatorio. Listas para sus
pasiones. Las diez mejores películas de la historia, según su criterio. Los
famosos diez discos que te llevarías a una isla desierta. Libros, amigos,
estudios, gastos mensuales, actividades vacacionales. Cualquier actividad
humana es susceptible de merecer una lista. La obligación, entre comillas, de
confeccionarla le forzaban a tener que depurar, examinar y examinarse. Escoger
por detalles o después de un concienzudo análisis, que o quien entraba a formar
parte de una lista y en que orden, más que un pasatiempo o una manía se habían
convertido en una filosofía de vida. Por la lista, el camino hacia el orden y
el éxito. La racionalidad al poder. Y la falsa seguridad de tenerlo todo bajo
control. Únicamente su testarudo romanticismo podía poner en duda semejante
convicción.
La
mañana pasó. Sin altibajos, ni noticias, plana. Llegada su hora, Augusto salía
a la calle, al igual que todos los días, para dirigirse a un humilde bar
cercano, donde servían económicos menús que ponían a salvo su equilibrio
nutritivo, manteniéndole en cierta armonía alimenticia. Abrió la puerta del
local tal quién abre una caja de ruidos y el agudo murmullo se escapó un poco
hacia el exterior. El griterío de los camareros, amasado con el colchón de
calmadas conversaciones de mesa, ocupaba todo el local, una densa niebla
sonora. Desde la barra, uno de los camareros, le señalaba una mesa a tocar que
quedaba libre. Ocupó su lugar, paciente asistió a la ceremonia de limpieza de
la mesa. Le colocaron servilleta y juego de cubiertos, que no pudo evitar
colocar perfectamente perpendiculares, como gesto, como tic.
Mientras
esperaba, buscando musarañas que mirar, una mujer abrió la puerta del local, y
por un segundo la luz del mediodía, que entraba del exterior, le dibujo la
silueta como a una aparición en el horizonte, como una señal divina.
La
señora vino a ocupar precisamente el taburete que había frente a él. Dejó su
bolso en la barra, y con mucho cuidado, calculando el movimiento, a la vez que
se cogía la costura del vestido, para acompañar, con la otra mano se apoyaba en
el taburete, y en un ínfimo brinco acabó sentada.
La
realidad se había descosido para dejar entrar algo de color. El color rojo de
los zapatos de aquella dama. Zapatos de salón de tacón alto, tacón que se
engarza en el fino reposapiés del taburete. Medias negras que trepan por sus
piernas hasta esconderse en el vestido tubo negro. Uñas rojas. Melena cobriza.
Poderosa. Elegante. No pudo evitar mirarla, una vez y otra, reiteradamente,
fuera de toda lógica y con la justa medida de no ser sorprendido en el acto.
Pero la insistencia es enemiga de la seguridad y de la corrección, y acabó por
cruzarse con sus ojos. Empezó a sentir calor, aunque el verano empezaba a ser
recuerdo, una gota de sudor abrió la veda en su frente. Y ella sonreía, primero
tímidamente, más tarde abiertamente, de una manera limpia, alegre. Cautivadora.
Él siguió comiendo como pudo entre sonrisa y sonrisa, entre mirada y mirada. El
incremento en la frecuencia, de las sonrisas, presagiaba la primera palabra en
cualquier momento. Pero no fue palabra sino gesto, y más que gesto, ceremonia,
la de descenso a la tierra. Recogió sus mínimas pertenencias, giró muy
lentamente la cabeza, para mirarle, a él, intensa, metálica. Desde el ángulo de
su hombro, le dijo sin decir. Se dirigió a la puerta del local, y ya en la
calle, se detuvo a encender un cigarrillo. Él, sin escuchar entendió. Pidió la
cuenta, pagó, se despidió, palpó todos sus bolsillos para comprobar que estaba
todo en orden y se deslizó entre las mesas hasta la salida.
Caminaron,
ella de su brazo y el conversador gesticulante infatigable, dejando tras de si
una hilada de carcajadas en el aire. Llegaron hasta un museo y entraron para
ver una exposición de fotografía. Siguieron susurrándose al oído pequeñas
conversaciones. Ella amenazaba con gritar como repuesta a la ultima ocurrencia
de él. El trasgresor desafío del grito que rompa el sacro silencio. Sonrisas
una pizca maléficas, y más que maléficas, cómplices, traviesas. La complicidad
les embistió, y tras el paso de un guardia de seguridad, él la cogió por la
cintura y la beso. Ni un reproche, ni un alejamiento. Era sabido y consentido,
dado por supuesto. Gustoso y deseado, querido. Escribimos momentos
inexplicables, tan solo por la sucesión de otros inexplicablemente deliciosos.
Pesan más según que miradas que según que palabras.
Igual
que niños entusiasmados, varios besos mediante, volvieron al ruido y a los
coches. ¿Qué hacer con todo aquello que llevaban dentro, a media tarde de un
día laborable? ¿En qué lista figuraba la instrucción para el siguiente paso a
realizar? ¿Dónde está el orden cuando más se le necesita? Creo que la pasión ha
ocupado su lugar, y toma los mandos de la situación. Ella habló de un hotel por
horas y a él le pareció un milagro ¿Existían esas cosas? Se dejaron llevar, más
bien él se dejó llevar, y zambulló en la vida como en una aventura, como una
película interactiva. No podía dejar de sonreír. Todo el misterio y toda la
pasión. Todo el gusto y todo el desorden. El vértigo de la ausencia de control.
Se
besaron, se mordieron, se chuparon. Se arrancaron la ropa con el hambre. Se
abrazaron. Se follaron como si fuera la última vez. Gritaron y rieron mucho,
mucho. El orgasmo trajo atada a su cola un cadena de carcajadas imparables.
Solo les falto llorar de felicidad. Estallaron el uno en los brazos de otro.
Brillaron. Y como las bengalas de las fiestas infantiles, se fueron apagando,
tras el éxtasis. La complicidad seguía ahí, junto a las sonrisas, más blandas
ahora, y las miradas susurrantes, confidentes. Abandonaron el establecimiento,
cogidos de la mano. Las luces de la noche les acompañaban. Hablaron y sin
planificar decidieron seguir escribiendo aquella historia. Volverían a verse.
Se dieron los teléfonos y las ultimas caricias, los últimos besos. Besos que
sabían ricos, se sabían primeros de miles que vendrían.
Augusto
volvió a su planeta y a sus rutinas, en el punto en que podía retomarlas. Se
dirigió a su casa envuelto en ilusión desbordante. La agradable desazón del
estreno, de la novedad fascínante. Durante el camino, pensando, pensando,
recordó que en cierta ocasión elaboró una lista para reconocer a la mujer
ideal. Con una nueva sonrisa dio por trazado el plan, la buscaría y comprobaría
cuan acertado habría estado. Le divertía la idea de cotejar el paso del tiempo
entre sus deseos antiguos y los actuales regalos de la realidad.
Al
llegar a casa empezó la búsqueda. Cajones y cajas en los que hacía tiempo que no
miraba, archivos del pasado. Libros amontonados en la mesita de noche, y en uno
de ellos, entre la solapa y la primera página, encontró la lista. La mitad de
una cuartilla, cortada a mano. Amarilleante en los bordes, y con la tinta del
rotulador un tanto evaporada por el tiempo. “LA MUJER” en mayúsculas escritas a
mano, subrayado y seguido de un listado con más de diez puntos. Augusto tomó su
rotulador rojo de tachar. Empezó con el primer punto, siguió con el segundo, y
así hasta acabar con los diez. Como todavía quedaba espacio para algún punto
más, con el mismo rojo tachador, marcó un nuevo punto y escribió a continuación
un enigmático “Ella…” Dejó cuidadosamente el rotulador sobre la mesa y se
hundió en su sonrisa y en el sofá. Sin buscarla la había encontrado y el
destino se había reído a carcajadas en sus narices. Por suerte no siempre
triunfan el orden y la lógica.
Algún
vecino estaría escuchando música porque se le colaba por la ventana que da al
patio interior. Question Mark & The Mysterians y su “96 Tears”. Ya nunca
olvidaría esa canción…