Se despertó con un terrible dolor de cabeza. Le
estallaba. Abrió los ojos pero tardo en acostumbrarse a la
penumbra. Miró el reloj, las 02:30. Fuera se oía el repiqueteo de
la lluvia de una tormenta de verano contra el cristal. Los reflejos de azul,
rojo y amarillo de los neones del motel de enfrente bañaban intermitentes la
habitación. A lo lejos una sirena de ambulancia. Algún pobre desgraciado a
punto de palmar, pensó. "Que tengas suerte", susurró mientras
encendía un cigarro.
En una mesilla desvencijada una botella de vodka a
medias y un vaso. "Es una buena hora para un trago y quizá me ayude con
este puto dolor de cabeza", musitó. En dos tragos vació el vaso.
Se acercó a la ventana. "Una buena
tormenta", se dijo. Las calles parecían mares. No se veían ni las 3 o 4
putas de la esquina de Floyd con O´Malley´s Gate que abordaban a los clientes
del motel.
Como un susurro se oia el saxo de Jack, el vecino
de abajo. "Cómo toca el cabrón , parece que hace el amor con cada
nota" dijo con una media sonrisa y el cigarro colgando de los labios.
Se acercó al viejo tocadiscos y cogió un viejo
disco heredado de su padre, de Lead Belly y puso una de sus preferidas
"Where did you sleep last night".
Apuró otro medio vaso de vodka y encendió otro
cigarro. Abrió su cartera y sacó una foto arrugada. La miró y se le escapó una
lágrima. "Maldita seas, Vera, maldita seas. Por qué tuviste que irte con
ese hijo de puta?. Podía haber salido bien y habríamos sido felices. Pero no.
Te fuiste con él. Maldita seas.". Arrojó la foto encima de la mesilla, al
lado de la botella.
Fue al baño y se refrescó el pelo sudoroso, cuello
y pecho. Apagó el cigarro y se puso una camisa sin abotonar por encima de la
camiseta de tirantes blanca empapada en sudor.
Se puso unos zapatos, cogió el sombrero y su
gabardina beige. "Cualquiera diría que eres un detective privado
John", siempre le decía Jennifer, la viuda cincuentona que regentaba el
pub de abajo, el "Green Fields". Siempre le replicaba "sólo soy
tu puto camarero, Jenny".
Bajó a la calle y en pocos metros se empapó de agua
y se metió en su viejo Impala del 67 . Poco lustroso ya, pero aún en buen
estado.
Arrancó el motor a la primera. Condujo bajo la
tormenta hasta salir de la ciudad. A pocas millas de la salida cogió un desvío
a la izquierda. Aparcó el coche una milla más adelante al lado de una vieja
verja oxidada.
Fue caminando bajo la lluvia durante un buen trozo
por un camino de tierra. Los zapatos se hundían un poco en el barro.
Se paró frente a una lápida. "Vera Richards,
1967-1997". Sus lágrimas silenciosas se mezclaban con la lluvia y cayó de
rodillas frente a la tumba. Se encorvó un poco hacia delante. "Maldita
seas Vera, ¿por qué te fuiste con él? ¿Por qué me dejaste sólo en esta puta
ciudad? ¿Por qué tuviste que morir en ese accidente al volver del
trabajo? Maldita seas. Maldita".
Después de media hora volvió al coche y se marchó a
casa. Se quitó la ropa empapada y desnudo se metió en cama. El reloj marcaba
las 4:55 . Y se durmió.
A la mañana siguiente se despertó sobre las 12.
Bajó al "Green Fields" donde directamente empezaba el día con un café
negro y cigarro antes de ponerse a atender a los clientes del pub.
Miró su buzón de reojo, nunca había nada. Esta vez
había una carta. La abrió. Era de Vera. Sólo cuatro palabras escritas a mano.
"Vuelvo a casa."
Vera
Una colaboración de Andrew
Muchísimas gracias por participar en el blog, Andrew. ¡Qué gran relato! Se puede ver y seguir a John por cada una de las estancias y de los lugares que relatas. ¡Un abrazo enorme!
ResponderEliminarGracias a ti por dejarme entrar en tu mundo
ResponderEliminar