sábado, 3 de noviembre de 2018

UN PADRE EN HORAS BAJAS


Recuerdo perfectamente aquel día lluvioso de primavera en el que mi hija llegó a este mundo moviendo sus brazos en un gesto entre comenzar a volar y buscar algo a lo que agarrarse. Es evidente e incontestable el vínculo entre una madre y el ser que ha crecido en su interior durante meses, pero lo cierto es que desde el mismo momento en que vi su cara, la conexión que se estableció entre aquella cosita y yo –alguien que no soñaba precisamente con tener hijos y para el que, los niños ajenos, cuanto más lejos mejor–, fue más fuerte que el acero. La primera señal fueron las ganas de dar un sopapo a la enfermera que, sin aparente cuidado, puso a mi hija, mi HIJA digo –tan sólo dos sílabas, pero una palabra que me llena la boca desde aquella tarde–, bajo un chorro de agua. Y, por supuesto, desde aquel instante me convertí en alguien más sensible, incluso diría sensiblero. Pero ¿sabéis qué?, no me importó una mierda. 

Cuentan las crónicas que durante lo días posteriores, en los que amistades y familiares visitaban a la madre y la recién nacida, no hice caso alguno a cuantas personas pulularon por la habitación del hospital y ocupé mi tiempo (ad)mirando embelesado aquella preciosidad de pelo negro que llevaba mis genes. No lo recuerdo. Para mi, esos días posteriores al parto son como las épocas rebosantes de drogas que hacen exclamar a algunas viejas glorias del rock aquello de “no recuerdo ni haber grabado ese disco, ni su gira de presentación por lo que debí pasarlo muy bien”. Mi droga tan solo tenía horas de vida. 

Los años que siguieron fueron una maravilla, con una relación con mi hija de lo más satisfactorio. De bebé la ponía sobre mi pecho para que escuchase el latido de mi corazón, al igual que durante los nueve meses de su gestación había hecho con el de su madre. Escuchábamos juntos a Judas Priest, Dokken o Metallica. Aquí debo hacer un inciso y deciros que el experimento –pretendía influir en sus neuronas desde la más tierna edad cerebral– no ofrece garantías de éxito pues en la actualidad uno de sus grupos preferidos es Panic at the disco, aunque es capaz de escuchar e incluso tararear algunas cosas de U.D.O. o Halford. Recupero el hilo comentando cómo cambiaba sus pañales –los metalheads no tememos ensuciarnos cuando toca hacerlo–, le daba biberones y posteriormente cosas algo más elaboradas como garbanzos con tomate y huevo duro o me levantaba algunas noches a mecerla vientras veía a George Foreman anunciando planchas para hacer jugosos filetes. También la aguanté –típico– cuando quitó los ruedines de la bicicleta así como  en todo en tipo de etcéteras relacionados con el crecimiento de una hija. Eso me ha permitido establecer con ella una conexión que me ha colmado de felicidad como padre... hasta ahora. 

Tina –por cierto, gracias por permitirme utilizar tu blog como diván de psicoanalista– y resto de lectores de este espacio, porque ahora mi pequeña SE HA ECHADO NOVIO, oye. Automáticamente, el menda ha pasado a un segundo plano. Que soy tu padre, niña, y a ese pavo lo encontraste en la calle. Que sí, que sí, que es ley de vida, que la sigo viendo como si gatease aún por el comedor y tiene casi veinte años... ¡LOS COJONES! No sé cuantos de vosotros, potenciales lectores de estas palabras atropelladas que brotan nerviosamente de mis dedos sobre el teclado mientras me asaltan imágenes en las que corro a collejas al que me ha robado a la hija –toma topicazo–, estáis o habéis estado en mi situación, pero a buen seguro me comprenderéis todos. ¿Os lo podéis creer?, con mi mujer se siguen mutuamente en Instagram y se hablan por Whatsapp. Pero yo me he negado a conocerlo, total, ya se sabe, las relaciones a veces se rompen y no quiero encariñarme con él (versión oficial) y me repatea el hígado pensar que mi pequeña es una mujer con su propia vida (la puta realidad) porque en el fondo eso significa que, además de ella, quien se hace mayor soy yo. 

Así me siento yo

En fin, lo voy a dejar aquí porque para una vez que colaboro en este blog no es cuestión de tener un bajón emocional o provocároslo a vosotros. Así pues, aprovecharé los momentos que aún paso con mi chiquitina –lo será toda la vida por años que tenga y a pesar de su gran estatura–, ocuparé mi mente con otros temas menos hirientes –la puta situación laboral en la que me encuentro es un buen candidato– y, eso sí, seguiré ignorando a ese mozalbete que ocupa su corazón hasta que, irremisiblemente, no quede otro remedio. Al final, lo que de verdad importa es que ella sea feliz ¿no?.

 Una colaboración de King Piltrafilla  

© King Piltrafilla

Si te gusta el hard rock, la pintura, la fotografía, el glamour o el cine, sigue mi blog.

8 comentarios:

  1. Lo primero...mil gracias por aceptar colaborar y poner las cosas tan fáciles. Ha sido un placer. Creo que te has sentido muy a gusto sentándote en este diván cibernético que este pequeño pequeño blog. Me ha gustado muchísimo, King.
    PD. Dale una oportunidad al chaval un día de estos jijiji

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a ti Tina. Por cierto, el pavo ese ya es historia. Fue escribir el texto y al poco rompieron. Por supuesto, no tuve nada que ver. Sin embargo, aunque la niña lo ha pasado mal, la verdad es que no le convenía esa relación así que mejor que lo haya visto pronto.

      Eliminar
    2. Más vale pronto que tarde....escogerá mejor la próxima vez porque habrá próxima ;)

      Eliminar
  2. Muy bonito King. Es tremendo como nos cambia la vida y la forma de pensar y vivir una pequeñaja...
    Yo tengo una de 8 meses, y aunque aun me queda mucho por disfrutar de mi enana, ya empiezo temer la llegada de algún malote imberbe a nuestras vidas, más que nada porque yo fui también uno de esos pequeños vampiros... ;)

    Abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Disfrútala y estáte siempre a su lado, el vínculo que fomentes los primeros años será irrompible. Aún así, ese día en el que mires a los ojos a un chaval que ocupará su corazón con esa pasión adolescente que no entiende de argumentos y desees que se volatilice llegará tarde o temprano jajajajaja

      Pero aún te queda mucho, no te preocupes.

      Eliminar
  3. Por aportar algo, que no haría falta, mejor que llegue ese momento. Porque significa que la vida sigue rodando y que ellos o ellas tendrán también su momento de amor, de tener hijos (o hijas) y disfrutar de lo mismo que nosotros hemos disfrutado con ellas (y ellos). La paternidad es algo asombroso, divino e insustituible. Y, de cualquier modo, yo me guardo una venganza para el futuro si el susodicho yerno persiste y no me agrada. Sus hijos serán mal criados. Un abrazo a tutti.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajajaja... eso de malcriar a los nietos como venganza hacia el yerno es muy pérfido. Y sí, es cierto, nuestras hijas deben ser felices y nosotros encomendarnos a que lo sean. Pero no la he subido yo para que aguante a cualquier mindundi. Quien sea que venga con aviesas intenciones tendrá que sudar jejeje

      Eliminar