Fue hace unos días; diez concretamente. Cercanías Castelló-València. En los auriculares sonaba Quique González cuando el traqueteo me saca del trance y un bolso roza mi brazo levemente. No le hago caso aunque veo cómo cae de él una pequeña tarjeta: “Eugenia Martínez, abogada matrimonial”.
Mi matrimonio pasaba un mal momento, de hecho, no había matrimonio; ella ya me había dejado y yo necesitaba urgentemente un abogado. La casa, los niños y el coche dependen de ello.
Me giro y busco desesperadamente ese bolso y veo que desaparece tras la puerta entre vagones. Recojo mis cosas y salgo apresurado en su búsqueda.
-Hola, perdona, se te ha caído esta tarjeta y quisiera saber si me puedes ayudar.
-Claro, dime.
Le conté por encima mi situación y sin buscarlo pero queriendo, la conversación acabó con un “me corro, yo también” en un wc de la Estació del Nord.
- Bueno, supongo que después de esto ya no puedes ser mi abogada, Eugenia.
- ¿Eugenia? Me llamo Laura, Eduardo, y no puedo ser tu abogada básicamente porque soy Doctora en la Fe.
- ¿Y la tarjeta?
- Eugenia es mi abogada, yo también me estoy divorciando, en diez días vuelvo aquí.
- Vaya, pues... casi como en la canción de Ismael Serrano, dentro de diez días tenemos una cita.
Muchísimas gracias, Marki por escribir en mi blog. Leyéndote mucha gente podrá fantasear con los trenes y los encuentros fortuitos. Un abrazo enorme
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