miércoles, 10 de noviembre de 2021

EL AMOR ES UN MISTERIO






Correremos por las calles,
gritaremos tú y yo,
que el amor es un misterio,
y que importa solo a dos...


Llegó a casa cansada y con el pelo revuelto por el dichoso Nordeste, empeñado en acariciar bruscamente su melena recién alisada.

Subió a su habitación y comenzó a quitarse la ropa.

Primero la chaqueta gris del dolor y desencanto. Lentamente, fue desabrochando uno a uno los botones de nácar y tristeza de la camisa y no pudo evitar estremecerse cuando la falda de pura decepción virgen se deslizó por sus muslos y se instaló perezosa sobre la alfombra.

Tumbada sobre la cama, lanzó al aire los zapatos de tacón en los que se encaramaba cada día para mirar el mundo desde arriba y no dejarse caer en la rutina de la desesperanza.

Con cuidado, depositó sobre la silla el sujetador que además de los pechos le abrazaba el alma y la sonrisa. Y por último, las braguitas de algodón blanco que besaban sus caderas y el rincón absoluto de la vida y el placer.

Así, desnuda y sin el disfraz de distancia e indiferencia que había cosido pacientemente noche tras noche, se metió en la ducha.

Dejó correr el agua muy caliente. Sí, ya sabía que no era bueno para la piel, ni para la circulación, ni para mantener firmes sus glúteos que se resistían (todavía) a sucumbir a la fuerza de la gravedad. Pero no podía soportar el agua fría. Odiaba el frío. A pesar de haber vivido en un iglú durante diez largos e interminables meses...

Fue repasando en silencio las palabras, las pausas, todo lo que quería contarle, todo lo que necesitaba decirle, todo lo que debería haberle dicho si el silencio no hubiese anidado en sus labios y en su alma.

No podía. No era aquello lo que quería. Luchó contra sí misma, se rebeló, no, no, no... pero era imposible. NO. No eran esas las palabras, no, no. NO.

Entonces supo el motivo. Supo por qué no era capaz de hacer volar la cometa de sus manos, por qué no era capaz de seguir el remolino de su pelo ni el ritmo de su danza


Y decidió exfoliarse el corazón...

Raspó con un guante de crin los recovecos, las aristas, los recónditos rincones de ese órgano maltrecho que latía como loco, desbocado y febril. Frotó y frotó, hasta que el dolor fue insoportable.
Sus lágrimas se mezclaron con las gotas que la ducha le escupía en la cara y la bañera se fue llenando de las pequeñas partículas de orgullo que caían desde su pecho y se estrellaban contra el suelo.

Se sintió ligera y libre. Al fin...

El pelo mojado lamía su espalda desnuda cuando empezó a escribirle una carta a la luz de la luna llena y el amanecer la sorprendió dormida sobre un folio blanco, en el que solo había escrito dos palabras...


Te




quiero





LUZ CASAL/ BESARÉ EL SUELO



1 comentario:

  1. Muchísimas gracias por escribir para este aniversario y sobre todo por este relato tan desgarrador y que tanto cala. Besos!

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